martes, 9 de septiembre de 2008

Historias tuberculosas-2da parte

Historias tuberculosas-1ra parte acá

Hoy me llamó Enrique. Y me acordé de lo que quería seguir escribiendo. Espero encontrar las palabras.

Enrique fue uno de mis pacientes, pero no uno de tantos. Después de su diagnóstico, fortuito y a destiempo, Enrique hizo una elección inesperada, y eso me hizo diferente.
Enrique pudo haberse enojado, quejado, indignado, cuestionado todo. El tiempo, la desidia, el olvido, la irresponsabilidad, la negligencia hospitalaria. Pudo haber demandado al laboratorio, al hospital, a su médica de cabecera, a mí.
Pero Enrique decidió confiar, perdonar, y ponerse en mis manos. Enrique decidió que yo, desde entonces, sería su Ángel de la Guarda.
Una vez curada su tuberculosis (hace ya 5 años), no me dejó salirme de su vida. Y no se salió de la mía. Me rastreó cuando cambié de hospital, cuando me fui a vivir lejos y también cuando dejé la medicina. Finalmente cruzó la barrera de mi contestador y de mi correo electrónico, que llena de mails en cadena que nunca leo, pero que borro con una sonrisa. Cada cumpleaños y cada Navidad, él me llama para recordarme que soy su Ángel de la Guarda.
No parece entender que fue él quien me encontró a mí esa mañana en el hospital. De hecho, ni le importa.
Y acá viene lo extraño. Cada vez que Enrique me llama, no puedo explicar porqué, me pierdo en el recuerdo del primer libro que leí en mi vida, “Luz en la Selva”, de la amarilla colección Robin Hood.
Ese libro cuenta la historia de Albert Schweitzer, teólogo, filósofo, músico y médico, que se recluyó en el África asistiendo por años a la enfermedad y la miseria. Ese libro es de esos recuerdos que se huelen, y tiene olor a vocación.
Y Enrique, cuando me dice: “mi Ángel de la Guarda”, me recuerda a todo eso. Me recuerda a mí.

6 comentarios:

Unknown dijo...

Ay nena! Que se me puso la piel de pollo con esta historia. Moría por el final!!!
Acá lo tengo y me emociono.
Lindo el salhumerio de Sandía! Me reee va!!!
Te dejo un beso
Ale

Wakapinka dijo...

Ale, ta bueno el sahumerio,no? El olor lo eligió mae, y a mí también me reeee va!!
Beso, changa

Anónimo dijo...

"elección inesperada"
Pero nuestra. Por elegir esperar lo esperado de la elección de alguien.
Enrique es fuera de lo esperado porque se atrevió a elegir distinto. Y no preguntó qué esperaban...
"De hecho, ni le importa."
De hecho, importa quién encontró a quién? Ahora cambiar llamados telefónicos por recuerdos con olor a vocación. Y eso, es lo que importa. Digo yo, bah...

Ayer lo leí y me hizo acordar al libro "Más Platón y menos Prozac", que fue disparador de lo que ahora estudio. Lo irónico es que critica a la psicología... No sé si tiene olor a vocación, pero por ahí anda.

Ahora, Enrique me recordó el libro "los Patitos Feos" y de la resiliencia. Y de los resortes.


Beso Waka!

Wakapinka dijo...

"Más Platón y menos Prozac". Listo,anotado y en cola para leer.
Beso Mae!

El gato vagabundo dijo...

Que buena historia.

Lastima que desnuda un poco la desidia de los que estudian medicina porque los obligaron, o porque cuando eran chicos conocieron un medico que tenia mucha plata.

El sueño de muchisima gente es, paradojicamente, ser medicos. Pero para actuar como vos.

Si. A veces sueño que termine mi carrera y salvo incontables animales de la enfermedad y la muerte. Despues, me encuentro con la terrible realidad: no puedo siquiera ayudarme a mi mismo.

Wakapinka dijo...

Gato, tu última oración golpea fuerte, directo al pecho. Porque es cierto, ayudar a otros requiere la energía que sólo te otorga el saberte "solvente" emocionalmente.
Si por alguna razón, no podés hacerlo, es mejor tomarse vacaciones de la vocación, porque sólo se consigue mancharla.
Y vos, tal vez no salves miles de animales, pero regás tus plantas y nos hacés regalos para el alma con los dedos en el teclado. Para mí, eso no es poco.