martes, 19 de junio de 2012

El Hipocampo

Una vez, en lo que parece ya una vida pasada, me lo diste. Como símbolo de tu amor, supongo. Estaba una cajita de plástico transparente con la tapa quebrada, envuelto en algodones, bello, estático y permanente.
En respuesta conseguí otro, en un puesto callejero de una ciudad costera, para darte. Lo rescaté con la punta de los dedos del fondo de un tazón de vidrio, enredado con estrellas de mar, piedras vistosas, caracoles y erizos. Era igualmente bello, tan estático y permanente como el tuyo.
Ayer lo ví nuevamente, buscando por error en la caja de los recuerdos dolorosos y prohibidos. Se me deslizó entre los dedos y cayó al suelo. Volví a rescatarlo, esta vez de las manos - curiosas - de mi hijo.
-Es un caballito de mar, expliqué. - Parece duro, rígido e inflexible. Pero es muy frágil, y aún así, inalterable, le dije.
-Como el recuerdo que atesora, pensé.

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Cómo me gustaría tener este blog activo y actualizado, para poder entrar y escribir alguna cosa de esas livianitas, sencillitas, de la masticación cotidiana, sin sentir que tengo que explicar meses de ausencia. Sin sentir que esto es como entrar en el desván a colgar la ropa que te ponés todos los días.
Pero tuve ganas de entrar y encontrar algo nuevo, como en la época que entraba seguido y mis blogueros amigos, también. Ahora Alabelicius cerró hasta nuevo aviso, Viejex y el Gato están tan vagos como yo (o casi).
En fin, es ese intento vano de volver el tiempo atrás, como soñar con volver a la adolescencia sin darte cuenta que tus amigas de fiesta también crecieron, igual que vos.
Me pregunto si tendrá que ver con que hoy me dijeron algo así como que estoy vieja... ;-)