sábado, 5 de abril de 2008

Las molestas mosquitas de la fruta


Hace unos días me invadieron, sin previo aviso. Volví de viaje y ellas se habían instalado en mi hábitat, decidiendo que yo debía compartirlo sin chistar.
Mientras fueron sólo una o dos, y limitadas al territorio de la cocina, las toleré de mala gana, aunque no evité algún golpe traicionero cuando las tenía al alcance. Pero la cosa se desmadró a los pocos días… No pudieron evitar su instinto reproductor, o tal vez asumieron que el hecho de no haberlas combatido activamente significaba que yo estaba encantada con su presencia!
No way… en el mismo momento en que me encontré abriendo un ojo en medio de una situación romántica, sólo para verificar que ninguna estaba rondando la cabeza de mi acompañante, decidí que la política de “tolerancia cero” sería mi próxima estrategia.
Como si fuera poco estar pendiente de que ningún pelito se le hubiera escapado a la epilady, de oler bien, de parecer sexy, tenía que estar vigilando atentamente que el susodicho no reparara en la pequeña mosquita bebé que se había posado en el borde de la copa de vino servida para la ocasión! Mientras con un ojo vigilaba la copa, distraía la atención del sujeto en cuestión para que no percibiera a la pequeña alimaña, a riesgo de quedar como una sucia/dejada/descuidada/propietaria de un harén de mosquitas negras insolentes. Si todo lo que había querido hacer era ser tolerante con la naturaleza!!
Al día siguiente, se escuchó el llamado de los cuernos de guerra anti-insectos. Y aquí comenzó el problema en serio. Son indestructibles, así de sencillo.
Se rieron de mí con su psicótico vuelo danzante mientras trataba de embocarlas con un spray de insecticida. Mi gata me compadecía desde un rincón, sin intenciones de participar en la matanza, que obviamente terminó conmigo escupiendo los pulmones por la boca.
Después opté por la persecución personalizada. Pasé horas con un trapo en la mano, buscándolas una a una por los rincones, siguiendo durante interminables minutos su danza frenética hasta que se asentaban en alguna superficie, para asestarles un golpe. Estoy convencida que encontraron el juego muy divertido, estimulante, y nada peligroso... Son rápidas, atléticas y sádicas, y se reproducen como….moscas.
Lo probé todo, pastillas insecticidas, sahumerios, vinagre, bolsitas con agua colgadas de la ventana, cuanta sugerencia estúpida e inútil encontré en internet, pero ellas siguieron colonizando mi hogar como si fuera el paraíso prometido por el Dios de las Moscas.
Ahora estoy a punto de darme por vencida y hasta dudo de mi salud mental… esta mañana me encontré dialogando con ellas, negociando espacios y momentos permitidos. Les pedí que no salieran de la cocina y que no me importunaran cuando tengo visitas. También les rogué que mantengan una población estable, que no sigan reproduciéndose en forma exponencial. Y que si en algún momento encuentran un hábitat mejor, se marchen sin despedirse.
Vamos a ver cómo nos va.

1 comentario:

Evelyn dijo...

Hay unas parientes de estas mosquitas de la fruta (drosophila melanogaster, para los biólogos-gran modelo para muchas cosas importantísimas de la genética que no recuerdo....), que yo creo que son PEORES.
Son unas moscas espantosas que de repente por generación espontánea o algo así, aparecen en el baño. Son como con unas alitas negras y bastante redonditas, ovaladas en realidad, pero con los ejes de longitud bastante parecida. No sé si hiciste la experiencia desagradable. Nunca entendí de donde salen. Porque a mi no me digan que se reproducen tan rápido. Para mi se meten por las rejillas y avisan a las amigas. Son estupidísimas, las matás fácil. Pero en el baño en el depto tuve muchas pero muchas. Impresentable! Decí que yo lo de la noche romántica y tener las cosas presentables ya lo pasé, pero da asco igual.
El epilady es un elemento de tortura chino!!!