Según una nueva teoría que está flotando en el éter y que acaba de ser canalizada en mi persona, cual medium cachavacha volando en un sahumerio, el bienestar y el placer tienen un sustrato químico: las endorfinas.
En mi humilde experiencia, todo depende de la presencia y cantidad de estas moléculas felices que, como todos los que son felices, hacen lo que se les da la gana. Así son, gorditas, rozagantes, atolondradas y explosivas. Son de color violeta, y viran al amarillo-naranja cuando saltan de neurona en neurona. Cuando explotan te obligan a la sonrisa, despiertan a las mariposas, y te convierten en un boludo alegre, que le rema a la vida con dos palitos de helado (célebre frase de mi amiga Mae). Te obligan a mirar con nostalgia al ser melancólico, oscuro, ácido y reflexivo que llevás años cultivando con dedicación y orgullo. Y se te cagan de risa. Son así, tiranas y adictivas.
En fin, acá va mi lista de cosas que las generan y/o las hacen explotar como fuegos artificiales (en breve va esquemita explicativo):
- un Marroc a las 3 de la mañana
- transpirar como una canilla rota (bue, sobre gustos...) después de dos horas de deporte, o de una maratón de "otro" estilo.
- las maratones de otro estilo
- el deporte (mejor si incluye muchas piñas y patadas, llaves y revolcones)
- encontrar un post nuevo en los blogs que me gustan
- las sorpresas de cumpleaños
- subir una montaña (cuando haga cumbre en el aconcagua, voy a morir de felicidad, literalmente)
- cerrar los ojos y no necesitar abrirlos para saber que lo que dejaste ahí, sigue estando (me salió la ñoña, que se le va a hacer)
- Ah! y escuchar "perro amor explota" hasta que me sangren los oídos.
Sugerencias?