Llego a casa y desarmo la cama donde ayer dormimos, transpiramos, nos reímos. Me miro otra vez, desnuda y verdadera. Y serenamente me confieso la verdad más descarnada: no hay sorpresas, todo era previsible, mediato, inevitable. Innecesario.
Ahora otra vez, a soportar estoicamente las consecuencias de haber jugado a un juego del que conozco las reglas, pero que no tiene objetivo, y al parecer, tampoco final. Atisba el miedo de despertar otra vez recordando mi cara cubierta de llagas en el espejo, como se mostraba en el pasado mi alma, en sueños. Y aunque esta vez los protagonistas, incluso yo, no seamos los mismos, la memoria de mi cuerpo no lo puede discernir. Porque a un alma extenuada le duelen hasta dolores que ni cotizan como tales, que no son intensos por el hoy, sino por la resonancia del ayer. Y como mujer, soporto el dolor en el alma, y las huellas en el cuerpo.
Wakapinka
2 comentarios:
Juegos del placer en los que el alma queda intacta, estate tranquila. Lo mejor está por venir!
Gracias, linda. Necesitaba escuchar algo así.
Beso
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