Avanza como un agujero negro que, paradójicamente, te
llena de un vacío oscuro. Un vacío que al principio duele; después, solo
congela y paraliza. Vacío de mirada fija y lágrima seca, de dolor inexpresivo y
urente. Los límites del agujero se extienden y alcanzan tu propio límite, que
ya no es tuyo, sino que es el molde exacto de la ausencia que lloras.