Olvidar el viejo yo, se dijo un día.
Mudar de agujero, de ropa, de Yo
Quemar un gamulán, aunque venga el invierno
Desnudar el esqueleto y dejarlo sonar, en un ritmico golpeteo
Como un llamador de ángeles, hecho de huesos,
Como el TOC TOC de la infancia, madera haciendo sonidos nuevos
Y se mudó de vida, de agujero, de ropa
Se mudó de Yo
Quemó los gamulanes aunque ya venía el invierno
Desnudó el esqueleto y lo dejó sonar
Colgado en la ventana, como un llamador de ángeles, pero de huesos
Se sentó en la vieja mecedora de la abuela y cerró los ojos
TOC TOC de huesos chocando por la brisa
Se levantó y pegó un músculo acá, un cartílago allá.
Se sentó otra vez y al rato pegó los músculos de la espalda y los de las piernas.
Los tensó bien, como cuerdas de una ballesta, para que fueran fuertes y firmes,
para correr y sostener lo que fuera necesario.
Le puso arterias y venas. Y nervios, que fueran muy sensibles.
Y descansó unos días (o fueron años?)
TOC-TOC
Dejó de mecerse y le puso la nueva vieja piel.
Tenia algunas cicatrices y manchas de sol, pero relucía distinto.
Le devolvió los ojos verdes y grandes, que miraban más lejos
Y le improvisó una boca que pudiera besar y sonreir
Se siguió meciendo, y los oídos recién estrenados percibían la madera, el viento y el canto de los sueños.
TOC TOC
Y fue el turno de los órganos.
Pulmones de cálido aliento, corazón de sangre muy roja
Cerebro de claras ideas, útero de fértil amor.
Una brisa más, y dejó de acunarse
TOC TOC
Se desperezó y salió a estrenarse.